Hace pocos años murió un conocido. Tenía cuenta en Facebook.
Ahí éramos amigos, no simples conocidos: cosas del Facebook. Durante algún
tiempo este amigo cibernético continúo invitándome a participar en eventos
varios. Daba un poco de repelús recibir misivas del difunto, por muy amigo que
fuese.
Y es que no hace falta recurrir a la Santa Compaña, la bona xente, ni al hortera Jálogüin para
sacar a pasear los muertos, a los muertos-muertos digo; no a los muertos-vivientes,
que esos se pasean solos. La historia de las huestes del Cid sacando a guerrear
el cadáver de su señor ilustra la misma idea: un cadáver, un muerto bien
muerto, convenientemente compuesto y expuesto aún puede dar mucha guerra.
Esto es lo que pasa con nuestro sistema educativo, que está
muerto pero sigue dando guerra. Las huestes de la progresía, después de dejar a
sus retoños en el Liceo o en Maristas, aún sacan a pasear su cadáver bramando
en los periódicos u organizando manifestaciones en defensa de la escuela
pública, inclusiva, progresista y logsiana.