Se trata de que, una vez
más, el hombre se ha perdido. Porque no es cosa nueva ni accidental. El hombre
se ha perdido muchas veces ya lo largo de la historia —más aún, es constitutivo
del hombre, a diferencia de todos los demás seres, ser capaz de perderse, de
perderse en la selva del existir, dentro de sí mismo, y, gracias a esa atroz
sensación de perdimiento, reobrar enérgicamente para volver a encontrarse. La
capacidad y desazón de sentirse perdido es su trágico destino y su ilustre
privilegio.
Cuando los hombres no
tienen nada claro qué decir sobre una cosa, en vez de callarse suelen hacer lo
contrario: dicen en superlativo, esto es, gritan. y el grito es el preámbulo
sonoro de la agresión, del combate, de la matanza.