A nadie se le ocurriría
lanzar alegremente afirmaciones sobre las nanopartículas, el genoma, los
fractales o los agujeros de gusano, por decir algo. A nadie en sus cabales, se
entiende, que luego están los adeptos y adictos a ideologías varias, claro.
Y eso es porque se
reconoce la necesidad de saber, la existencia de sabios que suele ser,
precisamente por eso, gente comprensiva y respetuosa.
Pero en el ámbito de los
asuntos humanos, en el que Sócrates explayó su perplejidad y tanteó modestamente con su célebre “sólo sé que no sé nada”, ahí no falta gente que se sabe más
sabia que Sócrates, seguros de sí y de su visión del mundo. Como si el hombre,
cada hombre, fuera la medida de todas las cosas, que diría Protágoras.
Y sobre esto deja dicho
Ortega lo que pongo en mi blog. Por si interesa:
«Buena parte del azoramiento actual proviene de la
incongruencia entre la perfección de nuestras ideas sobre los fenómenos físicos
y el retraso escandaloso de las «ciencias morales». El ministro, el profesor,
el físico ilustre y el novelista suelen tener de esas cosas conceptos dignos de
un barbero suburbano. ¿No es perfectamente natural que sea el barbero suburbano
quien dé la tonalidad al tiempo?»
Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas.