No es difícil encontrarse
con planteamientos y gentes buenistas.
Llama la atención que
cuando alguien no comparte tales planteamientos, algunos buenistas sacan (de su
infraconsciente será) el orco que llevan dentro y se acabó el buenismo:
tolerancia cero contra quien osa cuestionar el Bien.
Ortega vivió una época en
que las cosas no eran así. Quizá empezaba el asunto. Pero no era así. Si no, no
se entiende que hubiera dicho que para conseguir algo hay que arremangarse y trabajárselo
en vez de esperar a que el universo conspire para ofrendar grácilmente la
realización de nuestras aspiraciones y deseos.
Y, además, que confiar en
el universo complaciente es inmoral. Ya digo, no se topó con buenistas.
Y yo no digo nada. Todo
es de Ortega. Ahí lo dejo, como prueba. Por si interesa:
«es inmoral pretender que
una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la deseamos. Sólo
es moral el deseo al que acompaña la severa voluntad de aprontar los medios de
su ejecución»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.